Una noche infernal

Escrito por Marcelo Carter

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Un hombre de 42 años de edad se despierta a causa del boche emitido por la estática de la TV, es curioso pues recuerda haberla dejado apagada antes de haberse ido a recostar sobre la cama un par de horas antes. El hombre se encuentra vestido y la suciedad asoma de manera abundante en sus botas y pantalones. Aun medio aturdido coge el control remoto y apaga el televisor, luego se dirige a paso lento y pesado hacia el cuarto de baño. Una vez en el interior abre el grifo de agua y comienza a mojar su rostro con avidez mientras afuera… en su habitación… la TV nuevamente volvió a encenderse sola.

-¿Pero qué…?- se preguntó el hombre extrañado ante lo que ocurría.

Salió del baño y volvió a apagar el TV, luego se inclinó sobre la parte posterior del artefacto y desconectó el cable de la electricidad. Un poco confundido salió de la habitación y descendió por las escaleras hasta llegar a la sala de estar en el primer piso. La noche estaba fría y el reloj marcaba las 3 de la madrugada, la ocasión ameritaba un trago así que se acercó al mini bar y se sirvió una medida de Cognac, solo el tic-tac del reloj mural le acompañaba. Todo permanecía calmo, todo permanecía tranquilo, todo era perfecto hasta que de pronto el tic tac del reloj dejó de sonar… se había detenido. En silencio el hombre observó el particular fenómeno y caminó un par de pasos hacia el reloj hasta quedar a solo un metro de distancia. De pronto y súbitamente todas las botellas del mini bar explotaron en un furioso estruendo que hizo saltar de terror al acongojado hombre, todos los frascos, vasos y botellas de cristal explotaron y se hicieron añicos en el suelo en medio de un caótico espectáculo. El hombre, acurrucado en un rincón de la sala sin dar crédito aun a lo que acababa de ver poco a poco fue poniéndose de pie.

“Te mataremos…”

Se escuchó de pronto la voz de dos infantes que hablaron a coro. ¿Fue real?, ¿en verdad acababa de oír tal amenaza? Aterrorizado por el miedo a la locura, el hombre comprendió que debía terminar la tarea que había comenzado un par de horas antes. Exaltado subió hasta el segundo piso y entró a la habitación de sus dos hijos… allí en el suelo se encontraban ambos cadáveres, dos niños de 11 años… niña y niño respectivamente con profundas heridas en su cabezas. El hombre se quedó parado en silencio en el umbral de la puerta durante unos segundos, pero bien sabía que lo hecho, hecho estaba y no podía volver atrás por más que quisiera. Cogió ambos cuerpecitos y bajó con ellos hasta la planta baja y de ahí se dirigió al patio donde momentos antes había cavado una gran fosa común en la tierra. Allí depositó los cuerpos de sus dos hijos y con rapidez fue echando tierra sobre ellos. De tanto en tanto el hombre creía ver movimiento en el interior de la casa, actividad de unas sombras que deambulaban de un lado para otro, pero prefirió ignorar tales acontecimientos. Por fin y luego de varios minutos de dura faena el hombre terminó de enterrar a los dos pequeños.

“Te mataremos…. Te mataremos, papá”

Susurraron nuevamente ambas voces casi angelicales. El hombre quiso atribuirle todo a su mente, al remordimiento, a la culpa, se aferraba a cualquier idea que le permitiera mantener la calma, pero era inútil… volvió a entrar en la casa presa de un terror indescriptible.

La esposa había llegado durante la tarde del día siguiente, pues había salido de la ciudad en aquella oportunidad. La encontraron gritando aterrorizada cerca de la plaza pública y se necesitó la fuerza de cuatro hombres para poder contenerla. No es para menos, la visión de haber encontrado a su marido muerto al llegar a casa no daba cabida a otro tipo de reacción… aquel hombre de 42 años permanecía recostado en la cama de su cuarto con su cuello completamente torcido y en su rostro… expresada la más pura y grotesca mueca de terror.


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