El Primer Paso

Escrita por Marcelo Carter

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Ignacio se encontraba en el minimarket pagando en caja las cosas que había ido a comprar. Carla, la cajera, le sonríe al muchacho mientras va pasando una a una las cosas por el lector de barras.

-Jabón, alcohol…, quitamanchas,… y… ¿solo una pieza de pan?- preguntó Carla extrañada.- ¿estás a dieta o algo por el estilo?

-No… – contestó el chico con una sonrisa.- no es para mí, es para un perro… uno sucio y abandonado que duerme atrás en un callejón.

-Oh… que tierno eres. Nunca imaginé que fueras tan humanitario

-¿Mmm? Solo le doy un pedazo de pan, no estoy salvando el mundo con ello…

-Pero al menos es un lindo primer paso, ¿no te parece?

Ignacio se quedó observando un instante a la cajera en silencio sin saber qué responder, para luego finalmente solo sonreír.

-Lo que tú digas, Carla.

Ya era de noche en la ciudad y lo faroles de la calle uno a uno comenzaban a encenderse. Ignacio no dejaba de temblar y esto no era causa del frío, sino que por cada paso avanzado se acercaba más y más a algo que días antes había vislumbrado solo como una absurda clase de fantasía, y ese algo era dar muerte a un perro de la calle con el cual se había encariñado levemente. Sabía que tras concretarlo era probable que su vida cambiara 100%, y ésta era precisamente la idea que le atraía… dejar la inercia de su vida atrás y reemplazarla por el éxtasis de vivir en constante riesgo. “Debo estar loco por estar siquiera considerando esto”, pensaba mientras caminaba sin detenerse hacia el callejón donde se encontraría su víctima, “por favor, que alguien lo haya adoptado… que se haya muerto de hambre o se haya ido a dormir a otro lado esta noche” repetía en su interior como una plegaria para así tener una excusa y abandonar lo que se había propuesto. “Debo estar loco por seguir caminando sin siquiera detenerme… es probable que solo sea por querer ver hasta donde soy capaz de llegar. Lo más probable es que llegue a la esquina, me cerciore de que el perro está todavía allí y al hacerlo le deje el pan en el suelo para luego darme la media vuelta y regresar sano y salvo a mi casa”. Un panorama fantástico pensaba, pero también sabía que no había preparado todo esto en vano solo para llegar allí y no hacer absolutamente nada. Lo tenía todo meticulosamente calculado, nada podría salir mal ¿entonces por qué arrepentirse ahora que estaba ad portas de dar un vuelco determinante en su vida?

El muchacho llegó por fin a la esquina del ya mencionado callejón, solo era cosa de echar un vistazo hacia el fondo y comprobar si el perro se encontraba ahí o no. Ignacio respiró hondo, cerró los ojos y finalmente se asomó para ver. En efecto, el perro callejero con el cual había pasado tantas horas durante la semana permanecía recostado con una mirada triste junto a un depósito de basura, la escena era como para partir el alma de cualquiera…incluso la de Ignacio.

-Perro idiota…- murmuró el muchacho fastidiado.- pensar que pudiste haberte salvado si tan solo te hubieses marchado hoy de este lugar.

El chico se ciñó la chaqueta y luego acarició levemente el filo del cuchillo que escondía de forma efectiva bajo la manga de su brazo derecho, sacudió sus hombros para ver si así podía controlar mejor sus temblores, y como si nada se adentró en el callejón con paso ligero. El rostro del perro se iluminó de alegría y pareció irradiar felicidad al verle acercarse. De un salto se puso de pie y se abalanzó sobre el muchacho moviendo la cola.

-Jeje, sí yo también te extrañé… mugroso perrito.- dijo Ignacio mientras lo apartaba sutilmente.

El muchacho lo llevó hacia un rincón oculto formado tras el depósito de basura y allí se sentó junto a él. Lentamente fue sacando el pedazo de pan de la bolsa de la tienda, pero el perro extasiado por el aroma casi no le dejaba tranquilo.

-Aguarda, perro loco… te aseguro que si supieras lo que se viene no querrías apresurarte tanto. Toma, te compré este pedazo de pan.
Apenas y depositó el pan en el suelo, el perro lo tomó en su hocico y comenzó a morderlo salvajemente.

-Sí que tenías hambre… disfruta tu última cena.

Ignacio decía estas cosas solo para darse valor, sabía que tenía miedo y que lo mejor era quizás volver a casa y olvidarse de todo lo que había pensado, leído y escrito sobre la vida y la muerte durante esos días. “¿Por qué no mejor volver a casa con mi padre y mi insoportable hermana menor?”, pensaba “mañana así volveré a la escuela… limpio y digno”,¿ limpio & digno?… se sintió hasta un poco avergonzado de ocupar palabras tan vacías, cursis y que no significaban absolutamente nada para él.

-¿A quién engaño?- se dijo al fin con un tono casi fúnebre.- la verdad es quiero asesinarte, perrito, quiero y deseo hacerlo. Pero… como es algo aún desconocido para mí, pues tengo miedo de llevarlo a cabo… no sabría explicártelo. Ha de ser igual a lo que sienten los ladrones novatos, quieren cometer un atraco que los haga millonarios, pero no quieren ensuciarse las manos tampoco…

El perro terminó de devorar la pieza de pan y comenzó a lamer cariñosamente la mano del muchacho en acto de gratitud.

-Eres un can bastante simpático. No mereces morir sin un nombre… a ver, ¿cómo te podría llamar?

El animal se recostó en las piernas del muchacho y acomodó su hocico sobre una de sus rodillas para dejarse acariciar.

-Hmm… ya sé… te bautizo como “apocalipsis”. No me preguntes, es lo primero que se me ha venido a la mente. No puedes negar que es un nombre con cierto estilo.

Ignacio recostó su cabeza sobre el muro que tenía a sus espaldas y miró a las estrellas mientras continuaba acariciando el lomo del inocente animal. Por un momento sintió que de alguna forma estaba siendo bueno con el perro, más que mal se encontraba abandonado, merced del hambre y el frío. ¿Qué tan compasiva podría ser su muerte? “Todos los días mueren perros” se dijo de pronto, “Mi justificación podrá ser débil, pero al menos soy auténtico”. El muchacho continuaba acariciando al perro de forma sintomática. Pasaron varios minutos hasta que el impulso que tanto esperaba finalmente llegó a su cabeza. Sabía que esto debía ser rápido, si se detenía por un segundo podía significar el fracaso de todo lo antes planeado. Rápidamente sacó el cuchillo oculto bajo la manga de su brazo derecho, lo empuñó en altura y aguantando la respiración dejó caer su mortal filo una y otra vez en las costillas del desafortunado animal con furia. El perro comenzó a aullar de dolor, mucho más ruidoso de lo que el chico hubiese esperado. Nervioso miró para la esquina del callejón por si algún transeúnte impertinente hacía su aparición, pero el lugar se encontraba vacío. El can se negaba a guardar silencio, Ignacio creía que estaba dando estocadas demasiado débiles… así que optó por cambiar de estrategia. Temblando dirigió sus ataques a la garganta del moribundo perro para detener así su terrible llanto. Bastaron solo unos segundos para que el silencio volviera a reinar. Ignacio apartó el cadáver del animal a un lado y con dificultad luego logró ponerse de pie. Pensó en esconder el cuerpo del animal o dejarlo dentro del tacho de basura, pero luego cambió de planes, como si de alguna manera tuviera interés en que posteriormente alguien se encontrara con el macabro hallazgo.

Mirando para todos lados guardó el cuchillo ensangrentado en el interior de una bolsa plástica que traía en su bolsillo, respiró hondo y dio un último vistazo al desdichado animal que yacía muerto bajo sus pies. “Tranquilo, Ignacio, no todas las vidas valen lo mismo” se dijo a sí mismo, “solo mira el contenido de los platos que sirven en los restaurantes”.

Finalmente y un poco más calmado dio un paso para dirigirse a casa, su primer paso.




Publicada en HISTORIASTENEBROSAS.COM el 27 / 10 / 2016

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