El diario de Mónica

Escrito por Marcelo Carter

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Martín continúa avanzando por el mohoso y longevo bosque perdido en las afueras de la ciudad. Llenó la mochila de su hijo mayor con ropa gruesa en caso de que el frío o la noche le sorprendieran, a eso agregó una bolsa de pan y un par de bebidas energéticas, y más abajo, en el fondo de la mochila se encuentra bien guardado y protegido el diario de vida de Mónica, su ex esposa.

Martín no planeó esta excursión muy bien, apenas y terminó de leer el diario de vida de Mónica buscó en Internet las coordenadas apuntadas de aquel lugar siniestro al cual sentía que debía ir y tomó el automóvil yendo así en una frenética carrera hacia dicho lugar.

-Maldita seas, Mónica… maldita seas…-repetía el hombre mientras conducía por el camino mirando apenas a través de sus lágrimas. La fotografía de ella y de sus dos hijos que colgaba del retrovisor parecía incrementar en él aún más el odio. Y todo había sido tan distinto al comienzo, antes todo lucía tan prometedor. Todo iba tan bien hasta que Mónica le comunicó a Martín su deseo de entrar a una comunidad durante el verano del año pasado.

-¿Comunidad?, ¿comunidad de qué?- preguntaba Martín mientras daba vuelta la carne en la parrilla aquella tarde soleada.

-Es algo bien espiritual, hablan de la evolución del espíritu y cosas así.- contestó Mónica observando a sus tres hijos jugar bajo el árbol del patio de la casa.

-¿Y para eso tienes que ir todas las semanas?

-Martín, es solo los fines de semana por unas pocas horas, es como ir a clases de yoga o algo así.

-Sí, pero en las clases de yoga no te meten tanta basura en la cabeza….- respondió Martín bebiendo un gran sorbo de cerveza fría.- Bueno…. Desde que te conocí siempre has hecho lo que has querido, Mónica. Si realmente quieres ir… y sobre todo si es gratis, adelante.

Su esposa le devolvió una dulce sonrisa. En aquel momento el doloroso recuerdo hizo que Martín golpeara una y otra vez el volante maldiciéndose el haber consentido tantas ideas de su esposa durante los años.

Dejó el auto aparcado en la carretera y tomando solo la mochila de su hijo mayor se adentró en la espesura del longevo y oscuro bosque. Durante la caminata Martín no puede evitar que su mente divague y se traslade a los últimos meses, meses que fueron los residuos de una época feliz. El caminar por el bosque le hizo recordar las veces que él y sus hijos iban de pesca al lago los fines de semana.

-¿Por qué mamá no viene ya con nosotros, papá?- preguntó Dani, su hijo de 13 años quien armaba la carnada.

-Está ocupada yendo a esas clases de terapia espiritual o… lo que sea.- contestó Martín fijándose con el rabillo del ojo que sus dos hijos menores Sandra de 5 y Vicente de 3 años estaban demasiado cerca de la orilla del lago.- ¡Hey, chicos! Aléjense de la orilla, vengan acá y ayúdenme con las carnadas.

Una vez que los cuatro tuvieron sus cañas preparadas se sentaron a orillas del lago a esperar que algún pez picara. Martín miró a su derecha y a pocos metros sus dos hijos menores reían y jugaban con las cañas, mientras que Dani, quien estaba justo a su lado parecía mirar con angustia hacia algún punto en el horizonte del lago.

-¿Qué pasa, Dani? ¿Sucede algo?- Preguntó su padre preocupado. Pero el chico no habló, tan solo bajó su cabeza intentando ocultar las lágrimas.- Hey, … tranquilo, hijo. ¿Qué sucede? ¿Alguien te hizo algo?

Dani sin poder hablar tan solo asintió con la cabeza.

-¿Dónde? ¿Alguien en la escuela?

El muchacho esta vez meneó la cabeza.

-¿En las clases de fútbol? ¿Alguien te hizo algo ahí?

-No, papá.- respondió el chico acongojado.- Fue mamá. En casa…

-¿Mónica?- preguntó Martín confundido.- ¿Qué fue lo que tu madre hizo?

-Yo estaba en mi cuarto y escuché de pronto que alguien hablaba en un idioma extraño. Salí y me di cuenta que la voz provenía del sótano. Mientras me acercaba me di cuenta que la voz era de mujer, era la voz de mamá. Abrí la puerta y bajé las escaleras con cuidado para ver y…. y….
Martín apoyó su mano sobre el hombro de su hijo en señal de apoyo y brindándole coraje para que continuara su relato.

-Y pude ver que… Sandra y Vicente estaban desnudos tomados de la mano… mamá estaba con un vestido rojo hablándoles en ese idioma extraño. Cuando pisé el suelo del sótano este crujió y se dieron vuelta para mirarme. Asustado les ordené a Sandra y a Vicente que subieran corriendo a su habitación y se vistieran… y eso hicieron. Mamá solo los vio subir y no me dijo nada, tan solo se acercó…. Se acercó lentamente hasta quedar frente a mí y sin decirme nada… me abofeteó.

Martín cerró los ojos y apretó sus labios. Mónica había cambiado tanto últimamente, pero lo que le contó su hijo era inadmisible.

-Papá… no quiero volver a casa. Me da miedo.

-Hijo. Tú debes cuidar a tus hermanos ¿entiendes? Eres el mayor. Sabemos que mamá estuvo en tratamiento hace unos años, pero no te preocupes, hablaré con ella, esto no pasará de nuevo.

Más tarde aquella noche y a puerta cerrada Mónica y Martín tuvieron una discusión, si es que se puede llamar discusión, ya que ésta tan solo se compuso entre los alegatos enfurecidos de Martín y las risas inexplicables por parte de Mónica.

Martín ya ha caminado mucho durante toda la tarde y observa que el sol ya se pone en el horizonte. Con el arrebato y la desesperación olvidó traer linterna y había avanzado ya demasiado como para volver al vehículo en la carretera, así que opta tan solo por seguir adelante ya que según lo apuntado en el diario de vida está a punto de llegar a la caverna. Pasa una hora más de incansable trayecto entre árboles gigantescos cuya frondosidad permite a duras penas que los rayos del ya anaranjado sol entren. La escasa luz no le permite a Martín continuar de forma segura así que de forma improvisada con un trozo de camiseta y una rama gruesa de árbol consigue armar una antorcha, agradece a Dios el haber traído consigo su encendedor, pero Dios ya es un concepto demasiado abstracto para él a estas alturas. Si lo que leyó en el diario de vida de su esposa es cierto, allí se encontrará con todo lo opuesto a Dios.
Días antes La policía había cercado la casa de Martín, a él no le permitían entrar. Solo veía las patrullas y las ambulancias con sus sirenas y luces danzantes que iluminaban toda la calle. Sin embargo, Martín ya lo podía intuir. Allí sentado en el asiento posterior de una patrulla donde uno de los oficiales le había dado un café en vaso de papel. Podía observar a su alrededor y mirar las caras de los vecinos de la cuadra, todos ellos, reunidos en las afueras de sus casas observando, esperando descubrir que había pasado, pero Martín lo intuía, sabía que Mónica podía haber perdido la cabeza de un momento a otro y él ya estaba planeando llevarse a sus hijos donde los abuelos, pero tardó mucho en ejecutar la jugada. La desgracia simplemente sucedió.

-Tome.- le dijo el capitán de policía a Martín extendiéndole un vaso de whiskey. Se encontraban ya en la sala de entrevistas de la estación de policía a dos días de lo sucedido. ¿Está seguro de que quiere escuchar esto ahora?

-Sí…- contestó Martín cabizbajo.- Para luego es peor.

-Bien. A eso de las seis de la tarde recibimos un llamado de un vecino que mientras paseaba al perro cerca de su casa escuchó unos disparos. Acudimos al lugar y bueno… encontramos los cuatro cuerpos. Créame que ya no había nada que hacer…

-¿Puedo ver las fotografías?- pidió Martín.

-¿Está seguro?

-Sí, por favor.

El capitán extendió las fotografías frente a Martín y este no pudo evitar quebrarse ante lo que vio. En una de ellas estaba el cuerpo boca abajo de Dani, en el suelo y con un charco de sangre en su cabeza, traía puesto el equipo de fútbol de la academia a la que asistía después de la escuela. En otra fotografía estaba Sandra acurrucada en el rincón de su cama, la cual también había sido regada con sangre incluso en las paredes. En otra fotografía estaba el más pequeño, Vicente. Vicente permanecía con un leve color azulado en su piel, totalmente sereno y con los ojos cerrados en el fondo de una tina repleta de agua. Y en la última fotografía estaba Mónica sentada junto a una de las paredes del sótano. Vestía un singular uniforme rojo de una pieza, sus sesos se encontraban desparramados en dicha pared y en su mano derecha permanecía empuñando un revolver.

-Oh Dios…- se lamentó Martín y no pudo evitar llorar.

-Escúcheme, no tiene por qué hacer esto ahora…- insistió el capitán.

-No, no. Está bien. Quiero enterarme de todo de una buena vez.- contestó el acongojado hombre.

-Bueno…- respondió el capitán respirando profundamente.- Tenemos ya los resultados de balística y eso sumado a los peritajes que hicimos en el lugar tenemos una idea más o menos ya clara de lo que sucedió. Su esposa había decidido matar a sus hijos y luego suicidarse durante esa mañana probablemente. El arma que encontramos en su mano tenía el serial borrado, común en las armas que venden de forma ilícita. Creemos que la adquirió con tan solo cuatro balas, ya le diré por qué. Comenzó con su hijo mayor, como tenía 13 años probablemente pensó que algo de fuerza podía tener y que iba a ser capaz de hacer cualquier cosa para defender a sus hermanos pequeños. Así que esperó a que este regresara de su entrenamiento de fútbol, ella oculta, probablemente en el armario de abrigos, dejó que avanzara un poco por la sala principal hasta que salió de su escondite y le disparó en la nuca no dejándole ninguna chance. El muchacho cayó muerto al instante. Luego, fue por Sara, la pequeña de 5 años que se encontraba en la cama de su habitación. Su madre le apuntó directo a quemarropa y disparó, probablemente la niña quedó gritando después del primer disparo y por eso recibió una segunda descarga. Cuando iba a ejecutar a su hijo más pequeño cayó en cuenta que le quedaba solo una bala. Probablemente no quería irse de ninguna otra manera, ni ahorcándose, ni envenenándose, ni nada de eso, quería irse de la forma más rápida y sencilla posible. Así que guardó esa bala para ella y a Vicente lo llevó hasta el baño, allí llenó la tina con agua y cuando ya estuvo lista…. Bueno, sumergió al pequeño y lo ahogó. Posteriormente su esposa fue hasta el sótano y allí, se disparó en la boca.

Martín terminó de oír el relato destruido y con ambas manos cubriendo su rostro. Para cuando la policía fue a chequear aquella comunidad espiritual en la que Mónica se había metido ya todos los miembros se habían suicidado. Fue un revuelo mediático, la granja que quedaba en las colinas fue objeto de debate y de reportajes por casi todo un mes. Todos los miembros fueron encontrados muertos en sus respectivas camas, llevando un uniforme color rojo. A los pocos días Martín, alcoholizado, encendió una hoguera en el patio de su casa y decidió arrojar en ella todas las cosas de su esposa. De pronto, en medio de todas las cosas que había dentro de una caja, un pequeño cuaderno llamó su atención, se trataba de un diario de vida y en el se encontraban varias páginas escritas por el puño y letra de Mónica.
“Para quienes queden vivos” decía en la primera hoja de aquel enigmático cuaderno. Martín, bebió otro trago y con extrañeza dio vuelta la página para leer.
“Cuando era niña el hombre del bosque me hablaba en sueños. Desde muy pequeña. Si tuviera que identificar alguna edad, probablemente comenzó todo a los 4 años. Tengo vívidos recuerdos de soñar con una caverna gigante, una bóveda oscura y monstruosa que albergaba un terror indescriptible en medio del bosque. Me llamaba por mi nombre muchas veces. Una noche sentía como su presencia viajaba desde la caverna en la que se encontraba a través de los árboles e intentaba llegar a mi casa del otro lado de la ciudad, así es, viajaba por las noches… a través de los árboles. Recorrió cientos de kilómetros hasta que llegó a mi barrio y allí, en la cuadra donde yo vivía por aquel entonces saltó hasta la ventana de mi cuarto. No lo pude ver, pero si sentí se presencia, su existencia horrible y maligna que me observaba por la ventana de mi habitación, en ese momento desperté gritando y mi madre llegó corriendo junto a mi cama para ver que sucedía. Así es, tuve pesadillas horribles durante mi niñez, pesadillas donde a veces un pájaro se posaba sobre una rama del árbol de mi casa y sin decirme absolutamente nada quería llevarme hacia la caverna del bosque.”
“Pasaron años en los que me guardé esos sueños solo para mí y todo tuvo un vuelco terrible en mi adolescencia. Por aquel entonces era muy retraída y hubo un chico muy lindo con el que comencé a salir en la escuela, en verdad me gustaba y le conté sobre mis sueños. Él se preocupó y me sugirió que le dijera a mi madre y que consultara con el psicólogo de la escuela, pero no lo hice. Durante uno de esos días, una noche me quedé sola en casa y bajé al sótano a buscar la ropa de la secadora. No sé cómo sucedió, pero cuando iba subiendo las escaleras con la canasta de ropa tropecé con algo y me caí de espaldas dándome fuerte en la nuca. No pude moverme, durante varios minutos estuve ahí, sola, en la oscuridad sin poder levantarme, cuando de pronto pude ver con el rabillo de mi ojo una forma extraña en un rincón de entre todas esas sombras. “Mónica…” me llamó aquella extraña silueta desde la negrura y de pronto comenzó a susurrarme cosas horribles y asquerosas. Me dijo que yo iba a ser suya, suya y de nadie más. Las pesadillas se convirtieron luego en macabras visiones, visiones extrañas que me sorprendían en cualquier momento y en cualquier lugar. Fue tan traumatizante toda esa etapa de mi vida que aquel chico que conocí simplemente se alejó de mi lado con la excusa de haberse cansado de mis delirios, aunque, siempre me pareció que se había asustado.”
“Con el correr de los años me fui quedando cada vez más sola y a la vez me fui enamorando cada vez más de este ser enigmático del bosque, quien mediante proyección psíquica, me visitaba a altas horas de la madrugada y tomaba mi cuerpo para desatar en mí toda clase de depravaciones sexuales. En un comienzo me resistí, pero después ya no pude. Quería estar con él, pero en ese entonces me prohibía ir a verlo a su morada del bosque en la cual estaba de alguna forma prisionero. Le llamaban la atención las costumbres y los rituales humanos, ese asunto de tener hijos y tener descendencia era una idea que le fascinaba, así que fraguamos un plan en donde debía unirme con un hombre terrestre el cual no pudiera tener hijos, y así es como llegué a conocer a Martín, con quien cada vez que terminaba de tener sexo yo me encerraba por varios minutos en el baño para recibir las energías psíquicas de mi amado ser del bosque hasta quedar embarazada. Así es, Martín no puede tener hijos, pero aun así di a luz a tres niños mitad humanos y mitad de un ser interdimensional. Martín es un buen hombre, pero no debe saber nunca que esos tres niños no son de él, no lo aceptaría jamás.”
“Con el correr de los años mi amado ser del bosque fue debilitando su presencia en mi vida cada vez más y esto, me explicó, se debía a que no se había alimentado de las manifestaciones psíquicas suficientes en todo este tiempo. Necesitaba de más seres humanos, necesitaba de más gente que creyera en su presencia y así fue como en secreto organicé la comunidad espiritual que rendía culto a esta criatura misteriosa de la caverna. Todo fue bien durante semanas hasta que finalmente descubrí la amarga verdad de todo esto. Todo no había sido más que un engaño para mantener relaciones sexuales depravadas con otras mujeres terrestres. Siempre me dijo que mis hijos iban a ser los únicos herederos del poder del cosmos aquí en la tierra, pero todo era falso. Lloré casi por dos días hasta que cuando volví en mis cabales decidí que mi venganza era simplemente destruir todo aquello que habíamos construido… porque las manos que construyen el amor, también pueden destruirlo. Envenené a todos los miembros de la comunidad espiritual y a mis hijos, que en realidad son la encarnación macabra de este ser blasfemo venido de las estrellas, también he de matarlos. Cuando acabe me quitaré la vida y así este ser no se quedará con nada, ni con descendencia, ni con seguidores fanáticos, ni con la mujer que amó. Dejaré al final de mi escrito las coordenadas de la caverna en el bosque para que quien encuentre estos apuntes comunique al mundo la verdad y se enteren de las verdades horribles que vienen de otros mundos”
“Martín. Tú estás vivo solo porque no tuviste nada que ver en nada. Fuiste solo un títere de esta horrible experiencia e inocente de todo. Te pido que me perdones.”

El hombre quiso tomar otro trago, pero ya había vaciado el vaso hace mucho rato. Con incredulidad apartó la mirada de aquel cuaderno y miró hacia arriba, hacia el cielo estrellado.

-¿Qué mierda acabo de leer?- se preguntó con una extraña mezcla entre susto y asco.

Entró a la casa y buscó las coordenadas apuntadas en el diario en un portal de búsqueda satelital de Internet. Cogió la mochila de su hijo Dani y la preparó para ir hacia el bosque en busca de, según lo leído, esa maldita caverna y del horrible ser que moraba en ella.
En este momento ya es de noche y finalmente Martín encuentra el lugar. Se trata de una caverna enorme y oscura, tan oscura que parece que esa negrura se puede tocar. Avanza con cautela solo ayudado por la luz de la improvisada antorcha que momentos antes había logrado armar. Por su cabeza pasan miles de cosas en este momento desde juzgar de mala forma su actuar impulsivo hasta creer que el alcohol y la tristeza de los últimos días le habían jugado una mala pasada.

Los minutos pasan y Martín se encuentra de lleno con una pared rocosa en medio de su andar. Se trata del final de la caverna. Acongojado mira hacia los lados y tal como parece, comprueba que la caverna se encuentra total y absolutamente vacía. Cae al suelo ya muy cansado y a la vez asustado de sí mismo, maldiciéndose por haber creído en los caprichos de una mujer loca ¿Es posible incluso que la ingesta de alcohol nublara su razonamiento haciéndole realmente creer que en la caverna se iba a encontrar a un ser del cosmos prisionero aquí en la tierra que había arruinado por completo su vida? Los asesinatos de Mónica contra sus hijos fueron tan brutales que la posibilidad de que tuviera una explicación tan extraordinaria como la apuntada en su diario de vida parecía hacerle sentido a Martín, pero no, la triste verdad es que la caverna se encontraba vacía. Ningún ser del cosmos moraba allí. Finalmente el hombre con sus nervios destrozados se recuesta en el suelo y deja la antorcha a un lado esperando a que esta se apague poco a poco. Está muy cansado y comienza a cerrar los ojos.

Finalmente Martín durmió mucho aquella noche. Tuvo un sueño feliz en donde se veía a sí mismo con traje y a Mónica radiante vestida de blanco. Ambos se estaban casando y celebraban en una fiesta repleta de amigos con músicos y personal de banquetería que llevaban bocados y vasos servidos para los invitados. En el sueño estaban también Dani, Sandra y el pequeño Vicente los tres vestidos muy elegantes jugando y riendo. A la hora del vals los dos novios bailaban y se hablaban al oído. Ambos lucían tan felices, hacían planes para el futuro. Martín despertó en medio de la noche ahí en la solitaria y oscura caverna bañado en lágrimas. Finalmente decidió que no quería despertar más, que se iba a quedar para siempre en ese sueño maravilloso, y así lo hizo.

Hasta la fecha su cadáver se encuentra en la caverna y nadie lo ha encontrado.

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