Cassandra

Escrita por Marcelo Carter

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Hace tres días por la tarde vino a mi herrería el joven Carlos, pobre muchacho que quedó huérfano hace unas semanas por culpa de Cassandra, la bruja del pueblo. Recuerdo que lo vi muy afligido cuando entró a mi taller, pasaron unos segundos en donde se comportó de forma bastante nerviosa, metió un paño dentro de un balde de agua fría que tenía yo para el acero caliente y luego mojó su rostro.

-¿Te traigo un vaso con agua?.- Le sugerí asombrado al ver su actitud.

-¡Víctor! - me dijo con los ojos desorbitados y agarrándome de los hombros.-… ¡la he matado!,¡ maté al fin a Cassandra!

No pude creer en aquel momento lo que acababa de decirme. La sorpresa me dejó mudo por algunos segundos. Nuestro pequeño pueblo lleva mucho tiempo aislado del resto del país y la triste verdad es que no le importamos a nadie. Nuestra única “autoridad” es el padre Agustín, hombre de Dios a quien respetamos mucho. Si alguien se enferma gravemente debemos esperar al menos 4 días para que venga un buen médico de la ciudad a verlo y decida si hay que trasladarlo o no. Comemos lo que cosechamos y solo hay una escuela donde a los niños se le enseña lo básico.  Tuve que sentarme. Era increíble que Carlos (un muchacho apenas) pudiera haber matado a Cassandra, temía que lo fueran a juzgar de homicidio si esta noticia llegara a salir del pueblo, pero a la vez sentí un alivio de que los oscuros días de Sabbath y maldición jamás se repetirían. El siguiente paso fue hablar con el padre Agustín. Nos reunimos en su iglesia junto con Carlos. 

-¿Pero qué es lo que has hecho?.- Preguntó el padre Agustín evidentemente asustado.

-Así es, padre…- Respondió Carlos apesadumbrado.- la vi cargando leños del bosque a su casa y al notar que sus manos no estaban libres, no dudé en atacarla y terminar con todo esto. La golpeé en la cabeza con unas rocas hasta destrozársela por completo.

-Padre Agustín, un momento- interrumpí.-…esto no tiene porqué traer consecuencias negativas para Carlos, él nos ha hecho un bien y sería muy injusto que le culparan de un crimen… deberíamos estarle agradecidos.

El padre Agustín solo se sentó en su silla mecedora con una irrefutable expresión de desconsuelo en su rostro para luego hablar.

-Cassandra ha sido liberada – nos dijo muy apesadumbrado.- al quitarle la vida no han hecho más que hacerla ahora invulnerable para nosotros… ella volverá… su espíritu, su espíritu ahora inmortal e indomable volverá a atormentarnos…

Carlos y yo nos miramos muy asustados. ¿Sería posible que al matarla hubiésemos sellado también nuestra perdición?

-Padre Agustín…-¿existe una posibilidad de evitar eso?- Pregunté.

-Sólo lo que aconsejan para el entierro de una bruja…-Respondió el padre Agustín.- sepultarla en un ataúd boca abajo y sobre eso poner unas láminas de acero bastante gruesas antes de cubrirlo todo con tierra.

-¿Y si la quemamos?- Preguntó Carlos.- Tengo entendido que así es mucho más eficaz.

-No me parece buena idea -Le contestó el padre Agustín.- Al ser quemadas sus espíritus viajan a través de la noche…montados en la suave brisa que recorre las colinas…, hacen cantar a los árboles y pueden poseer el cuerpo de cualquier animal, serían invisibles a nuestros ojos. En cambio al ser sepultadas se vuelven prisioneras de su cuerpo. De alguna forma pueden ser “controladas”.

Finalmente fuimos los tres a recoger el cadáver de Cassandra. Pobre mujer hija de una anciana misteriosa. Nadie nunca pudo explicarse como una mujer de tan avanzada edad pudo haber tenido una hija, la anciana mujer la crió hasta los 8 años y luego falleció, muchos dicen que la propia Cassandra quien aun siendo pequeña la asesinó de forma brutal. Recuerdo que en el funeral de la anciana (a quien yo conocía de vista por ese entonces, pues yo era solo un chiquillo) la pequeña niña Cassandra no se presentó y todos hablaban de ella. Hasta mis padres quienes en ese entonces estaban vivos temían de su presencia. Luego con el pasar de los años vinieron los rumores de los aquelarres que hacía en el bosque y de la misteriosa procesión de ancianas que vimos una noche donde sostenían unas velas en medio de la oscuridad de las colinas. Tras esos acontecimientos sobrevino lo terrible, la muerte de Juan quien había sido maestro de la escuela y la de sus dos pequeñas hijas, a los tres cadáveres le faltaban los ojos. Luego le siguió doña Isidora cuyo cadáver fue encontrado cerca de su maizal, le faltaba el corazón. Más tarde vino la misteriosa muerte de los caballos de Ramiro que de un día para otro fueron encontrados muertos en el establo bajo causas totalmente desconocidas y finalmente hace unas semanas los padres de Carlos habían desaparecido. Entre todos comenzamos una incesante búsqueda que tardó tres días hasta que finalmente los encontramos en el río, desnudos y muertos bajo extrañas circunstancias. Todas las personas que fallecieron o que les vino la desgracia habían tenido algún problema con Cassandra. Cada vez que su figura se veía descender por las colinas y bajaba al pueblo nos infundía un gran temor y todos la evitábamos. Muchas veces la vi caminar por nuestras calles y la gran mayoría de nosotros nos quedábamos en silencio, como si todo fuese normal y nada ocurriera. Si, en esos días inspiraba miedo, pero el verla después ya muerta con su cráneo partido gracias a Carlos… nos devolvía un poco la tranquilidad. 

Sacamos el cadáver de Cassandra del escondite provisorio en el que la había puesto el muchacho luego de matarla y decidimos darle sepultura lo más lejos del pueblo posible. Para ello tuvimos la ayuda de solo tres hombres más, no queríamos que el pueblo entero estuviera en el entierro de la bruja, pero la noticia más tarde igualmente se dio a conocer. Enterramos a Cassandra al pie de una de las tantas colinas que nos rodean, pero nos aseguramos de que fuese la más alejada. Seguimos paso a paso las instrucciones del padre Agustín tomando todas las precauciones que se deben considerar en el entierro de una bruja… 

Según nos dijo el propio padre Agustín, las brujas resucitan al segundo día después de su entierro.  

Era ya la hora del crepúsculo del segundo día y debíamos estar preparados. Según cuenta la leyenda los malos espíritus salen a recorrer los campos justo cuando el sol se pone en el horizonte y aquella tarde acompañarían a Cassandra en su regreso de la muerte. No soy mucho de supersticiones, pero mi taller lo cerré a las 15 horas justo cuando comenzó el toque de queda en el pueblo tal y como acordamos en la reunión que tuvimos la noche anterior en la iglesia.  Carlos me acompañó en el taller durante la mañana y le luego le invité a quedarse en mi casa, pues su miedo se hacía muy evidente. Eran alrededor de las 18 horas y por la ventana de mi casa pude comprobar que no había nadie en las calles, todos estaban encerrados en sus hogares y los que no, pues permanecieron en la iglesia para mayor seguridad. Le serví a Carlos un vaso de licor para controlar sus nervios que a esas alturas ya me contagiaban un poco. 

-Aún no soy mayor de edad, Víctor.- Me dijo con una sonrisa nerviosa intentando aparentar con todo su esfuerzo que permanecía calmo.

-Bueno…- Le dije sonriendo.- nadie se enterará, no te preocupes.

El pobre muchacho llevó el vaso a su boca y vació su contenido de un solo trago para luego dejarlo sobre la mesa de centro con su mano temblando de forma compulsiva a causa de los nervios. Me quedé observándole por unos segundos antes de decidirme a hablar.

-¿Hubieses preferido aguardar en la iglesia?

-No, está bien…- me respondió con su voz temblorosa.- nada ocurrirá esta tarde.

-Sí, también pienso lo mismo…- le dije solo por decir algo, pero luego me dí cuenta que era necesario cambiar el tema.-… ¿Sabes? Un tipo de una ciudad del norte me escribió hace un mes más o menos pidiéndome unas herraduras para sus caballos, al parecer es alguien importante.

-Vaya…eso es bueno, Víctor…

-Así es.- le respondí.- y…bueno, puedo recomendarte con él si lo deseas… tengo entendido que paga muy bien.

-¿Qué me vaya a trabajar con él? - Me preguntó extrañado.-Pero…al hacerlo deberé marcharme de este pueblo.

-Es la idea, Carlos… ¿qué futuro te puede esperar aquí? Este pueblo es un callejón sin salida.

-Pero, es tú oportunidad… te pertenece a ti-

-Yo soy mayor… he vivido más tiempo que tú en este pueblo. Mis seres queridos han muerto aquí, mis padres, los padres de mis padres…no tiene sentido que me marche a estas alturas…

Víctor guardó silencio por un instante. En ese momento yo tampoco encontraba las palabras adecuadas para convencerle, por lo que decidí servirme otro vaso de licor.

-¿Quieres más? - Le pregunté enseñándole la botella, pero en aquel instante toda la tranquilidad se vio interrumpida a causa del terrible relinchar de un caballo que había afuera en la calle.

Me asomé por la ventana y vi que en una esquina alguien dejó atado al desafortunado animal olvidándose por completo de él.

-¿Qué ocurre?- Me preguntó Carlos con la respiración agitada.

-Alguien ha dejado un caballo olvidado en la esquina… al parecer está exaltado.

El animal seguía relinchando de forma horrible y vi cómo de las otras casas algunos vecinos se asomaban también a sus ventanas para ver que sucedía. De pronto el caballo relinchó por última vez de forma estremecedora, más parecía un horrible y agónico grito de dolor el cual luego fue seguido por un profundo y tenebroso pozo de silencio. Un silencio sepulcral que fue interrumpido por el sonido de unos débiles y torpes pasos.

-Víctor… ¿Qué es eso que suena?...- Me preguntó el muchacho apenas logrando sacar la voz.

Le contesté con un gesto de “silencio” y volví a asomarme para ver. Los pasos se hacían cada vez más fuertes, noté que las personas de las demás hogares habían desaparecido de sus ventanas lo que me infundió gran temor pues los pasos se escuchaban muy cerca de mi casa… y de pronto simplemente cesaron.  Miré a Carlos en esos segundos de silencio y comprendí que él estaba a punto de llorar. Justo en aquel instante algo se dejó caer en el tejado provocando un estruendoso ruido que sacudió toda la casa y comenzó a caminar sobre nosotros. 

-¡Oh, por Dios!- se me escapó una exclamación de horror y de asombro ante lo que ocurría.

Agarré mi escopeta y apunté al tejado siguiendo el ruido de los pasos que iban y venían, pero no lograba encontrar un buen blanco para disparar. En ese momento ocurrió lo increíble, Carlos comenzó a sentirse muy mal, realmente muy mal, cayó al suelo de rodillas y sujetó su estómago.

-¿Qué ocurre, chico?,¿estás bien?.- Pregunté.

Y de respuesta Carlos comenzó a vomitar en mi alfombra, supuse que los nervios lo habían sobrepasado.

-Está bien, muchacho.- Le dije.- … sácalo todo.

Yo mientras tanto intentaba adivinar en que posición se encontraba lo que sea que estuviera en mi tejado, pero los pasos se detuvieron y no sabía ya más hacia donde apuntar. En eso las convulsiones de Carlos se hicieron más terribles y al parecer se estaba atorando en su propio vómito. Me iba a acercar a ayudarle cuando presencié el espectáculo más horrible que haya podido ver, de su boca salió una criatura similar a un murciélago y traía el corazón del muchacho entre sus garras, apenas y el ser salió al exterior el chico se desplomó en el suelo dejando caer su mentón en medio del vómito y la sangre. 

La criatura de un brinco atravesó el cristal de la ventana más cercana para salir al exterior, luego con un par de fáciles aleteos emprendió el vuelo hacia las colinas. Me dispuse a chequear el cuerpo del pobre Carlos y con gran tristeza comprobé que ya estaba muerto. Salí de mi casa aún aturdido por la serie de acontecimientos y me senté en la silla mecedora que siempre tengo junto a la entrada, luego de unos segundos algunos vecinos también salieron de sus casas y se acercaron a ver qué ocurría. De pronto escuché un estremecedor aullido justo arriba mío, y junto a un total de 8 personas más fuimos testigos de cómo una gigantesca criatura volátil de plumaje negro y rostro indescriptible estaba posada sobre mi casa, desplegó sus alas oscureciendo gran parte de la calle y luego de lanzarnos una mirada cargada de un fuerte desprecio se elevó a las alturas llegando a sacudir los demás hogares. Se mantuvo en el aire dando vueltas en círculos por unos instantes y finalmente emprendió el vuelo hacia las colinas, mismo lugar donde se dirigió la pequeña y repugnante criatura que salió de las entrañas de Carlos y mismo lugar también donde habíamos enterrado a Cassandra. 

El cadáver de Carlos fue sacado de mi casa y por lo que sé hoy lo enterrarán, aún estoy pensando si ir o no ir a su funeral. Ayer nos mirábamos con timidez luego de todos los hechos que he narrado, avergonzados unos de otros al comprender que hay fuerzas que simplemente escapan a nosotros y nos hacen ver patéticos, casi nadie se animaba a intercambiar palabra alguna. Lo que viene para mí es muy simple, escribiré a la persona del norte del país que desea hacer negocios conmigo y veré la posibilidad de marcharme, no deseo correr la misma suerte de mis antepasados y tener que morir en este lugar. Tampoco soportaría el hecho de que cada vez que el sol se ponga en el horizonte cuando comience a oscurecer mi mirada se desvíe casi involuntariamente y deba fijarme en las oscuras colinas que hay tras el río y en mi mente recuerde una y otra vez la terrible venganza de Cassandra.


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