El Necronauta

Escrito por Marcelo Carter

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El auditorio no se encontraba tan vacío como se podía esperar. Elías Mutis ya comenzaba a ser reconocido fuera del círculo médico y ya mucho se hablaba del hombre que tenía las llaves para entrar en la dimensión post-mortem, como así también la clave para viajar a otras clase de dimensiones. En Internet y en alguno que otro medio de comunicación comenzaron a referirse a él como el primer necronauta de la historia

Elías Mutis era un hombre que rodeaba los 40 años de edad, pero no los representaba para nada, cualquiera hubiera jurado que no sobrepasaba los 30. Usaba unos anteojos de marco delgado y vestía siempre un traje elegante a la usanza de antiguas modas para sus conferencias. Algunas canas comenzaban a aparecer en su cabellera de mediana longitud, pero no eran realmente notorias y tampoco era algo por lo que él se preocupaba. El hombre terminó de dar su discurso, por lo que a continuación dio comienzo a la ronda de preguntas. Uno de los asistentes levantó su mano. 

-Señor Mutis… no entendí nada de lo que dijo- repuso el muchacho sin levantarse de su silla.- de hecho por poco me he quedado dormido.- Con esta frase gran parte del auditorio comenzó a reír.- ¿podría explicarnos como le hace para viajar a otras dimensiones de una forma no tan rebuscada? 

Elías quedó asombrado ante el emplazamiento del muchacho. Miró sus diapositivas y planos con confusión por un instante y luego finalmente contestó. 

-Bueno, la verdad es que no soy un experto en dar conferencias…- se disculpó Elías con tranquilidad.- quizás debí ocupar un lenguaje menos académico, pero contestando a tu pregunta diría que la clave de todo está en la mente. Controlando la mente y teniendo el estímulo necesario es posible adelantarse a sucesos que tu cuerpo y espíritu ya reconocen aunque no hayan sucedido aún.

Elías miró por sobre sus anteojos al público esperando alguna acotación, pero se encontró con rostros vacíos, propio de quienes no comprenden lo que ven.

-Mmm… partamos de la siguiente base- Insistió Elías al ver que el público estaba medio difícil aquella noche.- Todos estamos muertos, ¿bien? Eso es algo tan cierto como que mañana va a salir el sol…, ah no, ya recordé que pronosticaron lluvia para mañana.

Elías sintió que la cosa se ponía más complicada aún al ver que su chiste no arrancó sonrisa alguna.

-Quiero decir que nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro cerebro, cada cabello de nuestra cabeza tiene programada hasta en su célula más pequeña, ínfima, insignificante, sub-atómica- dijo Mutis haciendo un gracioso gesto con sus manos.- tiene programada el momento de morir. Es decir, reconocen la muerte, es parte de nosotros. La clave está en adelantarse a eso que convive junto a nosotros en el día a día.

-¿Quiere decir que es algo así como viajar en el tiempo?- preguntó otro joven levantando su mano.

-Puesssssssss…- Mutis se quedó pegado en la letra S mientras reflexionaba que esto iba a ser más duro que de costumbre.- digamos que sí y no. No podemos movernos en el espacio tiempo, pero sí abrir puertas mentales. Es posible echar una ojeada hacia el pasado de dónde venimos y también podemos otear nuestro futuro, porque está todo impreso en nuestros cuerpos, ¿lo entienden?- preguntó finalmente Elías con cara de científico loco.

-Sí, yo tengo otra pregunta.- dijo el primer muchacho que había irrumpido.- ¿Quién me devolverá el dinero?

-¡Sí!... ¡es un fraude!- dijo otro y a este se le sumaron dos más y una gran avalancha de silbidos comenzó a oírse.

-¿Eh? – Exclamó Mutis aterrado ante los abucheos generalizados del auditorio.- ¿cómo que fraude?

-Así es, ¡es un fraude!- dijo una muchacha que se levantó de su asiento para irse.- tengo un blog en Internet y ahí contaré lo ridículo que me ha parecido todo esto.

-¿Ridículo?, ¿pero que esperaban?- como respuesta Elías obtuvo una manzana que le aventaron del público y le dio de lleno en su frente, el hombre que estaba mal parado no pudo evitar caer al suelo lo que provocó una explosión de carcajadas en el auditorio.

Luego de reír los muchachos comenzaron a abuchear aún más fuerte y algunos comenzaron a arrojarle papeles y comida que habían traído.

-¡Oigan!, ¡démosle una lección para que se lo quite lo loco!- exclamó un chico mientras saltaba de su asiento y corría para alcanzar el escenario, otros asistentes le siguieron.

Mutis con espanto vio que una avalancha humana se dirigía al escenario, en cosa de segundos logró ponerse de pie y salió corriendo tras bambalinas en dirección a su camarín. Los asistentes comenzaron a destrozar el lugar, rompían los planos y bosquejos que el doctor había traído y algunos de ellos fueron tras él. En el camarín se encontraba Maximiliano, quien era el sobrino de Elías, el muchacho de 20 años de edad siempre aguardaba ahí a su tío debido a que le aburrían sus charlas, por lo que en aquel momento se encontraba entretenido en un videojuego de consola portátil cuando de pronto comenzó a oír a lo lejos a la turba enardecida y sintió que alguien venía corriendo por el pasillo. El chico se acercó a la puerta extrañado y justo cuando iba a girar la perilla para asomarse, la puerta se abre y le golpea en la cara, tras ella aparece Elías aterrado.

-¡Coge lo que puedas, Max!, ¡debemos largarnos!

El chico aún adolorido recibe todo lo que Mutis va poniendo en sus manos de forma torpe y desesperada, llega un momento en que el muchacho fastidiado arroja al suelo todo lo que su tío Elías le había depositado en ellas.

-¡Basta!- exclama Max.- ¿qué pasa?

-¡Vienen por mi!, me han tratado de farsante los muy… ¡necios!

-¿Vienen por ti?- preguntó el chico asustado, ¿tío Elías, acaso quieren ahorcarte?

-Pues, ganas no les faltan…

-Más vale cerrar la puerta…- acto seguido el muchacho y su tío movieron un enorme ropero para asegurar la puerta del camarín. La turba ya había llegado y golpeaba salvajemente. Ambos apoyaron sus espaldas en el enorme mueble.

-Mira he ahí nuestra salvación.- dijo Mutis apuntando con su mano a una puerta que había en el interior del camarín.- una salida secreta.

El muchacho y su tío se metieron a aquel cuarto, pero no era más que el baño. Una vez adentro Elías se fijó que la ventana del baño daba a un callejón oculto, ambos cabían sobradamente con sus equipajes incluidos.

-Trae mis cosas, muchacho. ¡Estamos salvados!- dijo finalmente Mutis con aire triunfante.

Elías y su sobrino lograron salir del anfiteatro y cogieron un taxi que finalmente los llevó al hotel. Al llegar, Elías se acercó al dueño en la recepción y le pidió las llaves de su cuarto.

-Por cierto, señor Mutis…- dijo el dueño del hotel mientras le extendía las llaves al inquilino.- una mujer ha preguntado por usted…

-¿Una mujer? -Preguntó Elías sorprendido.- ¿Dónde está?

-Usted sí que se hace esperar, señor Mutis…- irrumpió la voz de una hermosa mujer que aguardaba tras suyo. Tenía una mirada bastante enigmática capaz de desconcentrar a cualquiera.

-Hola…- respondió Mutis un poco nervioso.- disculpe, ¿nos conocemos?

-Yo a usted sí, sin embargo dudo que al revés sea lo mismo…-contestó la joven mujer echando su rubia cabellera hacia atrás.- mi nombre es Sofía, Sofía Rosendales.

Elías reconoció de inmediato aquel apellido. Victor Rosendales fue uno de los maestros que tuvo Mutis hace una buena cantidad de años atrás.

-Vaya… ese apellido…- dijo Elías confundido. ¿Por casualidad no tiene usted algún parentesco con Víctor Rosendales?

-Soy su hija.-Contestó la mujer tranquilamente.

Elías se sorprendió levemente con la noticia. Le asombraba el paso del tiempo entre ambos amigos si Víctor tenía una hija ya mayor.

-Él fue uno de mis grandes maestros en el campo de la parapsicología.- comentó Elías finalmente orgulloso.- Sin embargo ¿qué puedo hacer por usted, Sofía?

-Es un poco complicado de tratar –Repuso ella.- Mi padre necesita de su ayuda. Él se encuentra en esta ciudad desde hace unas semanas, tiene un vínculo muy grande con este lugar, ¿sabe? y cuando averiguó que por estos días usted también se encontraría acá, me ha enviado a hablar con usted.

-Vaya, mi gran amigo Víctor Rosendales. Me pregunto en qué puedo ayudarle.

-Insiste en que quiere verlo personalmente. Acompáñeme usted a casa y el mismo le dirá cuál es el problema- dijo Sofía.

-Bueno, tratándose de mi amigo y maestro Víctor Rosendales no puedo negarme…-repuso Elías solemnemente y con voz de sabiduría.- mas ¿no hay problema que vaya con mi sobrino? No sabe cuidarse solo y tengo que andar con él para todos lados.

Max, quien se había mantenido al margen de la charla con cara de aburrido hasta ese entonces, le disparó una mirada de enfado a Mutis.

-No, no es ningún problema- contestó la mujer.- ¿es posible que disponga usted de tiempo ahora?

-Por supuesto. ¡Muchacho, coge el equipaje!- le ordenó a su sobrino con entusiasmo.- Vamos a ver a mi amigo Rosendales.

Víctor Rosendales era un hombre de edad ya avanzada y que aún conservaba un buen sentido del humor. Se trataba de un hombre muy respetado dentro del campo de la medicina a nivel sudamericano y que tuvo la oportunidad de ser profesor de Elías Mutis cuando éste era tan solo un chiquillo en la universidad. Mutis por aquel entonces ya había sido instruido en psiquiatría y ciencias ocultas, y cada vez que tenía la chance, le manifestaba a Rosendales sus pensamientos sobre la cuarta dimensión y sus deseos de comenzar a experimentar con la hipnosis. Mas adelante llegó a la conclusión que aquel método era poco práctico pues inducía a la sugestión más que a un tratamiento cerebral verdadero y concreto. Tras años de investigación Mutis encontró lo que finalmente necesitaba, un estímulo alucinógeno que fuera capaz de gatillar una visita al otro mundo y que luego permitiera el regreso sano y salvo. Sin embargo la práctica iba a ser dura y costosa. Tras un largo periodo de fracasos con experimentos y ensayos logró que un doctor norteamericano llamado Joseph Newendike (quien a su vez en los años 70 realizó muchas investigaciones y publicó artículos sobre sus experimentos con la Necro-realidad) se fijara en sus avances y le ofreciera su colaboración.

Cuando Mutis logró que un paciente “voluntario” sacado de un sanatorio mental lograra por primera vez atravesar el portal interdimensional y regresar sin mayores problemas, Rosendales fue el primero en saberlo.

La casa de Víctor Rosendales era enorme y antigua. Al llegar, Mutis y su sobrino fueron recibidos por un mayordomo quien se hizo cargo inmediatamente de sus equipajes y abrigos, luego Sofía condujo a ambos hacia la recámara de Rosendales que se ubicaba en el segundo piso. Mientras subían las escaleras Max contemplaba las pinturas y cuadros que colgaban de la pared, todos constituían pasajes extraños y enigmáticos, casi oníricos. En cada uno se podía ver la sombra o bien la figura de un hombre caminando a través de ellos. Finalmente llegaron a la habitación de Víctor, la mujer abrió las puertas de par en par y en medio de la enorme alcoba se encontraba Víctor, muy enfermo y postrado sobre una cama.

Con aire incierto Elías avanzó hacia el interior del cuarto seguido por su sobrino y por Sofía. Una pesada atmosfera de encierro se dejó caer sobre los hombros de los visitantes. Sobre una bandeja de plata se encontraba un desayuno intacto que al parecer no fue probado por el enfermo durante todo el día.

-Elías…-dijo el enfermo con voz grave al reconocer a su pupilo.- el tiempo ni siquiera ha soplado tus cabellos…

-Víctor, qué gusto volver a verte.-Replicó Mutis emocionado.- Ha pasado tanto tiempo.

-El tiempo jamás toca al necronauta más famoso del mundo.- Contestó Rosendales sonriendo.-Viejo, amigo… necesito de tu ayuda…

-Descuida, Víctor.- Dijo Mutis al borde de la cama y con sus ojos humedecidos.- no te decepcionaré.

De pronto el tictac de un reloj colgado en lo alto de una pared distrae a Mutis por unos segundos, luego pregunta:

-¿De qué manera puedo ayudarte, viejo amigo?

-Tú conoces la muerte…- Respondió Víctor con voz suave.- dime, ¿es un lugar terrible y siniestro como lo describes en tu libro?

-Es una dimensión extraña. Es mas -de pronto Mutis adquirió un tono profundo y sombrío.- Ahora no creo estar seguro que la dimensión a la cual fui haya sido la post-mortem…

Rosendales sonrió de una manera singular por un breve instante. Luego cambió su semblante a la misma expresión cansada y agónica que tenía momentos antes.

-Todos los experimentos que han hecho con el correr del tiempo.- Dijo de pronto el enfermo.- Desde la terapia hipnótica durante la agonía del moribundo hasta la paralización completa del corazón que ofrecen ahora los médicos como una suerte de “safari” para los adinerados que quieren encontrar nuevas emociones fuertes y ninguno de ellos logra arrojar una visión de lo que nos espera.

-Víctor, ¿tienes fe en algo?

-¿Fe?- preguntó este abriendo sus ojos.-¿En Dios?

-En lo que sea, ¿crees en algo? Cuál es tu opinión sobre lo que viene después de la muerte.

-Si lo supiera no te habría mandado a llamar, querido amigo.

Elías comienza a caminar despacio por alrededor de la habitación, contempla el reloj mural que por sus detalles deduce que es un objeto muy valioso y fino, su tictac de alguna forma le tiene obsesionado.

-Este es un reloj muy hermoso.- observa Mutis.- ¿Dónde lo conseguiste?

-Lo mandé a hacer.- Contestó Rosendales con voz débil.- Tiene una particularidad.

-¿Ah sí? ¿Cuál?

-Su tictac está sincronizado con los latidos de mi corazón. Podría decir que es mi vida la que lo mantiene funcionando.

-¿Y cuál es la razón?, ¿Por qué has hecho eso?

-Es solo un experimento.- Contestó Rosendales con una particular sonrisa.

Elías siguió caminando por el cuarto. En las paredes habían más pinturas colgadas enseñando cada una de ellas un enigmático contenido. De pronto a Mutis se le ocurrió la singular idea de que por la disposición y distancia que separaba a unas de las otras, podían ser resultado de una trampa. Era algo inverosímil, de acuerdo, pero aún por muy insignificante que fuera…logró inquietarle.

-Quiero que vayas…- dijo de pronto el enfermo a Mutis.

-¿Ir dónde?

-A la dimensión de la muerte… quiero que vayas y me recibas al morir.

Elías enmudeció. No tenía palabras para contrarrestar la excéntrica petición de su viejo amigo y maestro. Aquella solicitud rayaba en la locura y parecía que ni el propio Víctor entendía bien sus palabras.

-Déjame ver si entendí bien.- Dijo Mutis volviéndose a sentar junto a su sobrino Max.- ¿Quieres que viaje a la dimensión post-mortem y te reciba una vez que mueras?-Elías tenía sus ojos completamente abiertos dada la incredulidad que lo embargaba.

-Así es… eso no ha de ser algo muy difícil para ti, Elías. Diría que si solo hubieran tres personas en el mundo que dominaran la técnica para viajar de una dimensión a otra, que fueran considerados verdaderos necronautas, tú serias una de ellas, mi querido amigo.

-Ya entiendo.-dijo Mutis quitándose los anteojos con un enorme y tortuoso pesar sobre sus hombros. Observó a Sofía quien parecía no entender nada de lo que estaba pasando en aquella habitación. Luego su mirada se depositó en el rostro en blanco de Max, este último a pesar de comprender poco y nada de la charla parecía muy entretenido con la forma en que se estaba desarrollando. Finalmente volvió a mirar a los ojos de Víctor con un aire fúnebre y ese tictac de fondo, que era lo único que lograba romper el hermético silencio de la estancia, tal parecía que llevaba el ritmo de la escena.

-Viejo amigo…- comenzó a decir Mutis.- Seré directo contigo, porque veo que aún no te das cuenta de lo que me pides y temo que tu enfermedad haya afectado en algún grado tu cordura. Lo que me pides es: IMPOSIBLE.

-¿Imposible? ¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Rosendales.

Elías revolvió los ojos y luego nuevamente arremetió.

-Quiero decir que “no es posible”. Que no es posible realizarlo.

-Eso no es verdad, ¿Qué hay de tu libro?, ¿la descripción que das de la muerte?

-Víctor- Dijo Mutis acercando su silla a la cama del enfermo.- Esa dimensión que visité la comparé con la post-mortem por la sensación que me brindó en aquel momento, pero no estoy completamente seguro que sea el lugar que nos aguarda al abandonar este mundo.

-¡Psicoquinésis!, ¡psicoquinésis corpórea!- Exclamó de pronto Víctor visiblemente turbado.- Eso es lo que te confunde. ¡Es lo que siempre te ha confundido! ¡Aún no puedes superarlo!, ¿verdad?

-Ese concepto jamás ha sido comprobado, es más, me atrevo a decir que jamás ha existido….

-¡Te equivocas!- rebatió el enfermo invadido de pronto por un singular delirio.- George Foxley en el año 1886 fue el primero en materializar una sustancia de otra dimensión en nuestra propia realidad ocupando el…

-¡Era solo un pedazo de moco gelatinoso! ¿Esa es tu prueba acaso?- Rebatió rápidamente Elías cada vez más exasperado.

Max y Sofía, uno al lado del otro observaban sin comprender absolutamente nada de la charla moviendo sus cabezas de un interlocutor al otro, tal como si se tratara de una partida de tenis.

-¡Ahí tienes a George Foxley!- volvió a insistir Rosendales esta vez incorporado ya en la cama.-Gregory Niven en 1916 logró mandar a su perro a otra dimensión y hay registros…

-Jajajaja, Gregory Niven le pegó un balazo a su perro y lo mató, es obvio que así lo mandó a otra dimensión…¡todo el mundo sabe eso!

-¡Mientes!- gritó Rosendales a punto de caer de su cama.- ¡en Europa Ivan Dimitrovi…

En aquel momento el enfermo estalló en un ataque de tos que le hizo volver a su posición anterior acurrucándose bajo las sábanas. Sofía se acercó a él para arroparlo, pero Víctor en medio del ataque de tos le hizo gestos con sus manos para que se alejara.

-¡Está bien! Acabemos con esto de una buena vez y por todas.- Resolvió finalmente Mutis levantándose de su silla.

-Entonces, ¿lo harás?- Preguntó Rosendales emocionado.

-Sí, qué más da. Lo haré… ¿crees estar ya a punto de morir?

-Oh, si, lo estoy.

-Perfecto entonces.- Repuso Elías dirigiéndose hacia una puerta que conducía a otro cuarto.- Iré a la dimensión post-mortem y te recibiré allá, Víctor. Por favor, intenta no tardar más de 10 minutos en morirte.

Acto seguido Elías abandonó la estancia y entró al otro cuarto cerrando la puerta tras de sí. Sofía se acercó a su padre con lágrimas en sus ojos y le besó el rostro.

-Tranquila, hija…- dijo Víctor intentando consolarla.- iré a un lugar mejor…promete ser una buena mujer…

El tic-tac del reloj mural emitía un sonido cada vez más acentuado. Un escalofrío recorrió la espalda de Max quien abrazó con fuerza la maleta que sostenía entre sus piernas. Finalmente de un momento a otro el viejo Víctor Rosendales lanzó un débil quejido para luego expirar por última vez, había muerto. Sofía se puso a llorar desconsoladamente junto al cadáver de su padre.

Max no sabía que hacer o qué decir, jamás había estado en una situación semejante. Tan solo se limitó a ponerse de pie lentamente y a examinar el cuarto en el cual se había metido su tío momentos antes. Abrió la puerta y grande fue su sorpresa al ver que el lugar estaba vacío. Sofía también se dio cuenta en el momento.

-¿Eh?, ¿pero dónde se metió Mutis?- preguntó la mujer a Max.

-Pues… creo que en estos momentos debe estar en la dimensión post-mortem recibiendo a tu padre.- Dijo el muchacho tímidamente.

En aquel instante ambos notaron que el tictac del reloj mural se había detenido. Un sepulcral silencio se instauró en la recamara y ambos se miraron invadidos por una incertidumbre espantosa. De pronto, un sonido se escuchó tras la puerta en la que Mutis había desaparecido, esta se abrió y dio paso a la figura de Elías quien llegaba cargando un bebé en sus brazos.

-¡Tío!, ¿Qué ocurrió?- preguntó Max aliviado al fin.

-Viajé a una dimensión, era horrible, no estoy seguro si era la post-mortem o no, pero era horrible.- Explicó Mutis mientras depositaba al bebé en la cama de Víctor.- Estuve en ese lugar cerca de un día y medio.

-¿Un día y medio?- Preguntó Sofía asombrada.

-Así es y cuando menos lo esperaba, vi la figura del viejo Víctor caer desde las alturas. Corrí a asistirle, pero cuando llegué me encontré con este bebé en su lugar.

-Pero, ¿de quién es este bebé?, ¿Qué hace aquí?- preguntó Sofía sin comprender.

Mutis observó por sobre sus anteojos el reloj mural que había reanudado suavemente su tic-tac desde que él volvió a aparecer y luego examinó nuevamente la disposición de los cuadros.

-Tu padre hacía un experimento, Sofía.- Comenzó a decir Mutis retrocediendo lentamente.- Es posible que lo haya logrado… haya logrado manipular el tiempo, quiero decir que es muy posible que este bebé sea tu padre quien estuvo trabajando toda su vida para que el momento de su muerte se convirtiera también en una segunda oportunidad para vivir…

Sofía, Max y Mutis observaron al bebé quien no lloraba ni parecía estar angustiado, muy por el contrario tenía una sonrisa en su rostro como si estuviera satisfecho por alguna razón inexplicable.

-La única manera de saberlo es esperar… esperar a que pasen los años y ver que nos dice este bebé…- dijo finalmente Elías presa del asombro.


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